O´HIGGINS Y LA PROSPERIDAD DEL PERÚ Y CHILE

Un mensaje que trasciende a 176 años de su muerte
Busto del Libertador de Chile en la puerta de entrada de la Casa O´Higgins,
en el centro de Lima, donde vivió y exhaló su último aliento.
Al mediodía del 24 de octubre de 1842, las campanas de La Merced y de San Agustín anunciaban, en Lima, la partida física del Gran Mariscal del Perú y Capitán General de Chile, Bernardo O’Higgins Riquelme, uno de los protagonistas de la independencia sudamericana, junto con los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar.
Durante 19 años, O’Higgins vivió exiliado entre Lima y Cañete, mientras en su patria, sus enemigos políticos le cerraban las puertas y hasta le negaban su pensión de capitán general, no obstante que por la independencia de Chile gastó toda la fortuna que heredó de su padre, el virrey del Perú, don Ambrosio O’Higgins.

Imágenes y replicas de documentos informan sobre
el legado o´higginiano a favor de la independencia peruana.  
Reconocido por la alta sociedad limeña, don Bernardo vivió agradecido de la hospitalidad y los honores que los sucesivos presidentes peruanos le reconocieron, por el esfuerzo que hizo, como director supremo de Chile, para financiar, organizar y enviar la Expedición Libertadora al mando de San Martín y que aceleró la independencia peruana.
O´Higgins y su familia -su madre, su hermana y su hijo- se afincaron en Lima y sacaron adelante, con mucho esfuerzo y con dinero generalmente prestado, la hacienda de Montalván, en Cañete, que le fuera donada por el Perú durante el Protectorado de San Martín, en 1822, y que el Congreso ratificó diez años después.
Como le dijera a Bolívar en el famoso banquete luego del triunfo en la Batalla de Ayacucho, O’Higgins cumplió su palabra de abandonar la vida militar y, cuando un ministro de Guerra le exigió, por ser Gran Mariscal del Perú, salir en defensa del gobierno de Orbegoso, en 1834, le respondió que sólo volvería a la lucha si peligraba la independencia de América.
Esa fue la gran virtud de O’Higgins, al no intervenir en las guerras civiles que asolaron al Perú durante los años de su exilio. Fiel a su rechazo de todo lo que represente el caos y la anarquía, prefería pasar sus días en Montalván, donde se dedicaba a labrar la tierra y mantener una activa correspondencia con los amigos que lo acompañaron en la gesta emancipadora.
Desde Montalván también elevaría su voz para advertirle al presidente  chileno Joaquín Prieto -su ex edecán, amigo y compadre- de las “heridas difíciles de cicatrizar” que podría dejar una guerra entre naciones hermanas, pero los conflictos de intereses nacionales desataron el conflicto, en dos etapas y durante tres años, contra la Confederación Perú-Boliviana.
No se le escuchó entonces, pero el mensaje o´higginiano de paz, amistad y colaboración entre el Perú y Chile ha vuelto con más fuerza luego del fallo de la Corte de La Haya, del 2014, que estableció los límites marítimos de Perú y Chile, abriendo el camino a un futuro de integración económica y comercial porque no hay nada que reclamar por alguna de las partes.

Reconstrucción del dormitorio de O´Higgins,
donde antes de morir repitió  "Magallanes, Magallanes"
Se hace entonces más vigente que nunca la recomendación de O’Higgins, al presidente Prieto en 1836, donde invoca a Dios no permita “sentimientos hostiles entre dos naciones obligadas por todos los vínculos” a “promover la mutua prosperidad de los dos países, porque es indudable que lo más próspero que sea el Perú, tanto más lo será Chile, y viceversa”.
Un mensaje que se debe tener presente este 24 de octubre, cuando se conmemoren los 176 años de su muerte en la casa que habitó en el céntrico jirón de la Unión, en Lima.














Comentarios

  1. Se hace entonces más vigente que nunca la recomendación de O’Higgins, al presidente Prieto en 1836, donde invoca a Dios no permita “sentimientos hostiles ideandando.es/que-fue-el-siglo-xviii/

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