DANZAS DE NAVIDAD, ALEGRÍA Y COLOR EN LOS ANDES

Si en Lima y las ciudades de la costa, la Navidad es solo una Nochebuena y el Año Nuevo una amanecida de rompe y raja, en las alturas de los Andes, estas fiestas duran hasta ocho días y son impresionantes muestras de alegría y folclore que, muchas veces, se remontan a siglos de culto y sincretismo social y religioso.

Desde Cajamarca hasta Puno, a los largo de la cordillera, cada pueblo, a pesar de sus estrecheces económicas, celebra a lo grande y con sus propias costumbres el nacimiento de Jesús, festejos que en la mayoría de casos se empalma con la alegría, los buenos deseos y las esperanzas que se desatan con el advenimiento del Año Nuevo.

La danza de los Negritos de Huánuco es una de estas expresiones multitudinarias y coloridas, cuya procedencia se pierde en los años de la esclavitud de los negros en las haciendas de la costa y la sierra. Ya desde meses antes de Navidad, las cuadrillas inician los preparativos con la adquisición de sus coloridas prendas.

Verlos danzar, con sus ropajes donde priman el amarillo, el rojo y el blanco de los penachos será siempre una forma de rescatar, desde las sombras del pasado, años en que los negros eran esclavos sometidos al poder del patrón blanco. Pero en la cadencia de la música y en los pasos de los danzantes hay también una dosis de burla y sátira a los dominadores de entonces, personificados en el turco y su dama, y los corrochanos. Junto a ellos, con sus máscaras llamativas, están los caporales y negritos pampas con sus guiadores, que dan vida a los esclavos, mientras que los abanderados representan a los mestizos y portan los estandartes que identifican a las cofradías.

Desde la Navidad, hasta el Año Nuevo y la Bajada de Reyes, las comparsas de los Negritos, con sus diferentes vestimentas y roles específicos, imponen su alegría y su sello regional en los pueblos de Huánuco. Es, como dicen los antropólogos, “una de las más coloridas representaciones que dan cuenta de la conformación multiétnica del Perú”.

TIERRA DEL AMANECER

Kilómetros más al sur, en el centro mismo del Perú, en los verdes campos del valle de Yanamarca, en Jauja-Junín, se despliega el espíritu navideño en las formas coloridas y sentimentales de la Pachahuara, una danza mítica, cuyos orígenes tampoco están claramente definidos y cuyo significado sería pacha (tierra) y huara (amanecer).

En su trabajo sobre “La pachahuara en Acolla: una danza de los esclavos negros en el valle de Yanamarca”, D. Orellana Valeriano recuerda la sorpresa que causó en la población indígena de Jauja el arribo de un negro junto con los conquistadores españoles que iban rumbo al Cusco, hecho narrado por el cronista Francisco de Jérez.

Eran los sangrientos años de la Conquista, en 1533, y desde entonces la presencia de los esclavos negros creció y se consolidó en las haciendas que se crearon en los valles de los antiguos señoríos huancas. Con el paso de los siglos, estos avatares de los negros esclavos y su posterior manumisión, oficialmente bajo Ramón Castilla en 1854, quedarían nítidamente estilizadas en las dos etapas de la Pachahuara.

Con máscaras negras y ataviados con lujosas prendas hechas de paño y gamuza, bordados con hilos de plata y pedrería abundante, los pachahuareros empiezan una coreografía lenta, con pasos cortos mientras bambolean el cuerpo rítmicamente, como si avanzaran a duras penas en un largo camino, al son de una melodía triste y melancólica, que acompañan con los toques plañideros de una pequeña campana.

Terminada esta primera parte, sigue de inmediata una tonada totalmente distinta, muy rápida, alegre y contagiosa, como si el danzante, que avanzaba dolorosamente con el peso enorme de su desgracia, de pronto quedara libre y feliz, con las fuerzas y energías para danzar con pasos largos y saltitos rítmicos, protegido por un paraguas y el tintineo de las campanas.

Según Orellana, las dos etapas de la Pachahuara son una alegoría a la llegada de los esclavos negros encadenados y con cepos en los pies, para luego correr y saltar ya liberados. Como en todas las expresiones culturales, los danzantes tendrán mejores ropajes y se harán acompañar por bandas si invierten más.

HUAYLÍAS Y DANZANTES DE TIJERAS

La danza de los Negritos tiene otro estilo y otros actores en los pueblos de Huancavelica, que salen desde la noche del 24 a recorrer las iglesias y las casas, para bailar y rendir homenajes a los nacimientos que conmemoran, con motivos andinos, la llegada del Taita Niño. Según registra la memoria colectiva, esta es otra remenbranza de la época en que las cofradías de esclavos iban con trompetas y pequeños tambores de iglesia e iglesia, donde los agasajaban con comida abundante y licor.

Aunque unas semanas después de la Navidad, en Huancavelica se celebra con alborozo la gran fiesta del Niño Perdido, un evento que nace de una leyenda que cuenta la desaparición de la imagen del Niño Jesús en una hacienda de Ica. En busca de la sagrada imagen salieron cuadrillas de esclavos que, tras larga y prolongada búsqueda, la hallaron en una quebrada de Huancavelica el 14 de enero, por eso siempre la fiesta empieza ese día y se prolonga hasta el 19 de enero.

En Ayacucho y Apurímac, la Navidad tiene unas tonadas distintas, con la participación de cientos de pastores, hombres y mujeres, que ataviados con sus mejores galas participan en las huaylías, unos cantos corales muy sentimentales y emotivos, que se repiten a lo largo de los pueblos durante la Nochebuena y la Navidad, prolongándose algunos días más hasta llegar al Año Nuevo.

Las danzas de tijeras, muy coloridas y acrobáticas, también forman parte de esta enorme demostración de saludo y regocijo por el Nacimiento de Jesús, con la participación de cuadrillas de jovenes y adultos ataviados con ropas que atraen por su abundancia de color y un enorme gorro, sostenido al rostro para que no se pueda caer durante las difíciles y complicadas coreografías que impone esta danza.

HUACONADA, DANZA MILENARIA

Reconocida hace poco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la Huaconada de Mito es tal vez la danza más auténtica y antigua del Perú, tanto que los propios cronistas españoles y los extirpadores de idolatrías la mencionan en sus textos escritos entre los siglos XVI y XVII. Los Huacones son mencionados en el diccionario Quechua de González Holguín de 1608, donde se detalla que los danzantes utilizaban una máscaras de formas demoniacas y lanzaban rugidos que parecían surgir del infierno.

La danza debió tener una gran expansión desde mucho antes de los incas y se le asocia al dios condor, una divinidad que tuvo gran influencia y alcance panandino, pues esta gran ave era adorada desde la època Chavín, cuyos artistas lo cincelaron en murales y esculturas unos 800 años antes de Cristo. Los extirpadores de idolatrías, que eran sacerdotes católicos enviados a destruir las huacas, dioses y toda expresión religiosa de los indígenas, no pudieron desaparecer a la huaconada que hoy es la máxima expresión de Mito, un pueblo del valle del Mantaro, a media hora de Huancayo.

Los huacones, con picudas máscaras de madera, envueltos en mantas y con un enorme látigo para imponer orden y justicia, dan pasos y se balancean como lo haría un cóndor en tierra, al son de una tonada sencilla pero contagiosa, que domina el pueblo de Mito y otros de la provincia de Concepción en los tres primeros dias de cada año.

Según una tradición cuya antigüedad nadie puede precisar, los huacones bajan el primer dia de cada año desde una quebrada conocida como Ayan, cercana a Mito, bajo el “compás de una banda de músicos que repite la misma secuencia de tres melodías una y otra vez”, según publicò en su blog “Mundo laberinto” el antropólogo Federico Hellgott.

Esos son los dias en que reina la “justicia del Huacón”, quienes toman el pueblo y con sus látigos castigan a todos aquellos que han perpetrado desórdenes, han engañado a sus mujeres o porque simplemente no son amantes de la limpieza.

Con los años, se han dividido a los huacones en viejos y modernos, siendo los primeros quienes visten al antiguo estilo, rudimentario y rural, y avanzan màs lentamente. Los segundos se diferencian por usar una frazada de fabricación nueva (con un tigre en la espalda), llevan una máscara un poco màs estilizada, y su paso es más altivo y vigoroso. Todos lanzan gritos en quechua y gruñidos de ultratumba mientras avanzan por calles y plazas.








Comentarios

  1. en verad muchas gracias por la info y por las fotos me sirvio de mucha ayuda....me gusto mucho la danza :D

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  2. ES UN EXCELENTE BUSQUEDA DE LA IDENTIDAD Y CULTURA PERUANA, EN ESPECIAL LA DE LA SIERRA CENTRAL.

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