EN DEFENSA DEL OTORONGO

Hasta hace ocho mil años, por toda Europa –incluidas las Islas Británicas- vagaban manadas de leones. El avance de la humanidad llevó a la extinción de estos felinos gigantes en el Viejo Mundo, pero los europeos no los han olvidado. Se podría decir que hasta los necesitan. En Gran Bretaña, por ejemplo, el león está en su escudo y, a falta de animales emblemáticos, los alemanes estrenaron a un viejo león como mascota de su Mundial de Fútbol en el 2006.

En el Perú, tenemos aún en nuestras selvas a un animal fastuoso, a un felino de leyenda, pero al que por esa idiosincracia peruana autodestructiva, lo ponemos en el nivel de una cucaracha al utilizarlo para señalar al congresista inútil, irresponsable y sediento de dinero. Llamar otorongo a un parlamentario alimaña demuestra, una vez más, lo poco o nada de autoestima que tiene el peruano. Veamos por qué.

Hace dos millones de años, por el inacabable movimiento de las placas tectónicas, emergió el itsmo de Panamá, un puente continental que unió a las Américas del Norte y del Sur.

Hasta entonces, y por más de sesenta millones de años, ambos continentes permanecieron separados, con sus propias faunas endémicas. El puente continental, sin embargo, abrió las puertas de América del Sur a la emigración de los animales del Norte y viceversa.


DIOSES ATERRADORES

El otorongo o jaguar amazónico llegó Sudamérica junto con mastodontes, dientes de sable y otros animales del Norte, rescatados como protagonistas en las tres películas la Era del Hielo. El otorongo se instaló en las selvas profundas del Centro y Suramérica, mientras que otro recién llegado, el puma, se expandió por las alturas y zonas bajas de los Andes.

Los antiguos peruanos quedaron tan asombrados por el poder, la fuerza y la astucia de los pumas y otorongos que los convirtieron en deidades.

En Chavín de Huantar. según el arqueólogo Julio C. Tello, el otorongo inspiró el culto a un dios aterrador, de colmillos felinos y cuya imagen está presente en el Lanzón de Chavín, una mole de 4.54 mts de alto y burilada en piedra unas 800 años antes de Cristo (a.C.)

El jaguar u otorongo también asombró a los olmecas, en México, que lo convirtieron en su dios principal 1400 a.C., rango que siempre se le dió en las culturas centroamericanas.

Entre los mayas, los sacerdotes y señores más poderosos se vestían como jaguares, y los cultos en la imponente Chichén Itzá se realizaban invocando el poder y la fuerza de estos felinos.

El culto y respeto al otorongo y al puma se extendió hasta hace solo 600 años, cuando la penetración española echó por los suelos la civilización andina y centroamericana. Desde entonces, el otorongo y su primo, el puma, fueron perseguidos y arrojados de sus dominios.





DUEÑOS DE LA NOCHE

Animal solitario y enigmático, el otorongo se alimenta de sajinos, monos y roedores. También come peces grandes y lagartos, a los que atrapa tras epectaculares zambullidas en cochas y ríos amazónicos.

Habitante de las selvas bajas y de costumbres nocturnas, el Panthera onca –su nombre científico- pertenece al mismo linaje de leones, tigres, leopardos y guepardos, todos integrantes de la familia de los “grandes felinos”.

Puede pesar hasta cien kilos y su habitat se extiende por todas las selvas de América Central y del Sur. Tiene color amarillento y moteado, pero el nacimiento de especímenes de pelaje oscuro en algunos pueblos amazónicos adquiere especial relevancia, como en Juanjuí –San Martín-, donde se considera que tiene dotes superiores a los de otorongos comunes.


Sagaz y versatil en busca de presas, no cae en el canibalismo, y de ahí el malhadado refrán de “otorongo no come otorongo”, que con mala leche se aplica hoy en la política peruana.

Que sepamos, en el Africa, a ningún funcionario o parlamentario ocioso, ladrón o violador le llaman “león”.

En el Perú, sin embargo, por ese trastocamiento de valores o simple ignorancia, llamamos otorongo a cualquier parlamentario (a) que destaca pero por acciones negativas. Esos congresistas no deberian sentirse mal cuando les dicen otorongo. Todo lo contrario, reciben un apelativo inmerecido, con el perdón de los otorongos.

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