VIAJES DE ESTRENO: Los caminos de Alan, Fujimori y Toledo antes de iniciar sus mandatos

Dime a quien visitas y te diré que gobierno harás. Ese podría ser el anticipo que los peruanos deberíamos tener presente luego que el presidente electo Ollanta Humala, a las pocas horas de confirmarse su triunfo electoral, se diera una vuelta de diez días por Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile.

Todavía Humala no ha iniciado su gobierno como para saber los primeros pasos que dará, pero los tres anteriores presidentes que dirigieron los destinos del Perú, quienes también se fueron de prolongada gira exterior antes de asumir el mando presidencial, si podrían darnos un adelanto del futuro.

Para no retroceder tanto, vayamos hasta abril de 1985, con un Alan García electo presidente en primera vuelta, tras la renuncia de Alfonso Barrantes a ir al ballotage. Eran los dias de un Alan de 35 años, radiante de juventud, buenmozo, con ese pico de oro que le valió el mote de “encantador de serpientes”.

Durante la campaña, Alan apenas si mostró en público a su esposa Pilar Nores, que pasó la campaña en gestación de la primera hija de ambos, Luciana Victoria, que nacería el 4 de mayo. Días después, el 23, García cumplía los 36 años, edad mínima que la Constitución exige para ser presidente de la República.

Mientras se daban los primeros pasos de la transferencia de poder, Alan maquinaba una espectacular gira europea, con el fin de colocarse como abanderado latinoamericano entre los líderes del socialismo y la socialdemocracia mundial. El ego colosal empezaba a dar sus primeros pasos.

En esos años, Alan tenía una prédica anti-imperialista, fustigaba a Estados Unidos y sorprendía al planeta con su desafío de pagar solo el diez por ciento de la deuda externa al Fondo Monetario Internacional. Era un Hugo Chávez ochentero, de cuello y corbata, que también hablaba de revolución y socialismo.

Envuelto en ese ropaje ideológico, partió acompañado solo por sus íntimos Manuel Delgado Parker, Carlos Roca y su secretario personal, Agustín Mantilla. Con esa pequeña comitiva se apareció el 9 de junio en Madrid, donde almorzó con el jefe del gobierno y líder del Partido Socialista Español, Felipe Gonzales.

Al día siguiente, fue recibido por el Papa Juan Pablo II, en El Vaticano, a quien agradeció por la visita que hizo al Perú en febrero de ese año. Coronaría su visita oficial a Roma con una entrevista al primer ministro Betino Craxi, quien años después fue acusado de corrupción y se refugió en el Túnez de Ben Ali.

Hasta ahí, todo normal, pero el rastro de García se esfuma del 13 al 16 de junio, y reaparece el 17, en París, donde es recibido con honores por el presidente y el primer ministro de Francia. En la Ciudad Luz, García visitó el restaurante donde el dueño le permitía tocar guitarra y cantar cuando era un estudiante necesitado de dinero. El 21, aún con los humos parisinos, vuelve a Madrid y parte en fugaz visita a Rabat, Marruecos.

A mediados de su desastrozo primer gobierno, se destaparon los entretelones de esa gira europea, que incluyó una cita de película en la isla de Capri, en la residencia del ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, quien le presentó al traficante de armas libanes Abderraman El Assir.

El encuentro de Alan y El Assir en la mítica isla italiana, según el desaparecido senador Carlos Malpica que escribió “Pájaros de alto vuelo”, fue para tramar la triangulación hacia el Irak de Saddam Hussein de tres caza Mirage 2000, que el Perú dejaría de comprar a Francia, y que eran parte de un escuadrón de aviones adquiridos por el gobierno de Belaúnde, en 1984.

El viaje a Rabat, se supo también, fue por invitación de El Assir, quien le puso su avión privado. Unos meses después, lo confesaría el mismo García, El Assir le envió un cocinero marroquí, coronel del Ejército de su país, que le cocinaba en Palacio los cus-cus africanos que tanto le habían gustado.

JAPONES HASTA LA RAÍZ

Alberto Kenya Fujimori sorprendió al mundo al ganarle la presidencia del Perú al laureado Mario Vargas Llosa. Durante su campaña, el Chino apareció pocas veces al lado de Susana Higuchi, a pesar que esta le prestó cien mil dólares para su aventura electoral… y nunca le pagó.

Triunfador de la segunda vuelta el 8 de junio de 1990, Fujimori lo primero que hizo fue desligarse de los evangélicos e ilusos dirigentes de Cambio 90, que lo habían ayudado a subir al poder. También dejó de hablar del no shock y del acuerdo nacional que predicó en campaña.

En cambio, sentaba las bases de su gestión, del brazo del Ejército y entregado a los dictados del FMI, dispuesto a aplicar una política neoliberal radical para estabilizar la economía y frenar de un plumazo la brutal hiperinflación alanista, y todo bajo el marco sangriento de los ataques terroristas de Sl y el MRTA.

En los últimos días de junio, se embarcó en un avión de línea con su hermana mayor Rosa y su cuñado, Víctor Aritomi, únicas personas en las que en realidad confiaba. En Tokyo fueron recibidos por el embajador peruano, Luis Macchiavello. “Llegó (Fujimori) muy modesto, medio perdido y muy informal, no conocía las reglas de la etiqueta japonesa”, diría Macchiavello.

El 2 de julio, el primer ministro Toshiki Kaifu recibió al presidente electo y, por la tarde, fue la gran cita, el momento supremo al que muy pocos japoneses pueden acceder: una visita al Emperador. Rumbo al Palacio Imperial, rodeado de inmensos jardines, a Alberto Kenya le temblaron las piernas.

“Cuando fuimos a ver al Emperador, a Fujimori se le notaba nervioso e impaciente, vio el prendedor de mi corbata, y me lo pidio prestado”, recordó Macchiavello unos años después.

Nunca trascendió el protocolo que debió haber seguido Fujimori ante Akihito, pero la visita si fue muy provechosa, porque las autoridades y empresas japonesas enviaron, hasta el Hotel Imperial donde se alojaba, cheques con donativos para los niños pobres del Perú.

Desde ese mismo momento, Rosa “manejaba todo” lo concerniente a donativos japoneses, afirmarìa el embajador peruano en Tokyo, testigo de excepción y defenestrado, al año siguiente, para colocar en su puesto al cuñado Aritomi.

El 5 de julio, y siempre acompañado de Rosa y su cuñado, Fujimori llegó al pueblo natal de sus padres, la aldea costera de Kawachi, en la Prefectura de Kumamoto, a más de mil kilómetros al suroeste de Tokyo.

Más de siete mil vecinos de Kawachi lo recibieron como un hijo predilecto mientras cientos de niños, con banderitas peruanas gritaban “banzai” (victoria). “Este es un retorno triunfal, aquí tengo más parientes que en el Perú”, le expresó con su habitual sangre fría al enviado especial del diario español El País.

Durante sus diez años de gobierno, Fujimori volvió a Tokyo una decena de veces y se reunió hasta cinco veces con el Emperador Akihito, al que desde un inicio debió rendirle pleitesía en su condición de ciudadano japonés, que siempre lo fue desde que sus padres, en Lima, lo inscribieron en el koseki o registro familiar en el consulado nipón.

Recién en noviembre del 2000, cuando Fujimori se refugiò en Tokyo tras la caida de su dictadura, el gobierno japonés anunció que el pedido de extradición solicitado por el Perú no procedía porque Alberto Kenya era ciudadano japonés, igual que su hermana Rosa y Víctor Aritomi.

UN CHOLO GRINGO

La noche del 3 de junio del 2001, Alejandro Toledo por fin podía dormir tranquilo. Había derrotado en segunda vuelta a Alan García en forma apretada y, según la prensa internacional, era el primer indígena peruano que ascendía al virreynal y criollo Palacio de Pizarro.

Toledo mismo, desde que se lanzó por primera vez en 1995, y con mayor intensidad en las campañas del 2000 y 2001, se encargó de remarcar su humilde procedencia andina, nacido en el pueblo de Ferrer, en Cabana, y criado bajo los rigores de la extrema pobreza junto con una docena de hermanos en Chimbote.

El Cholo, sin embargo, por su formación en las universidades de Stanford y Harvard desde su primera juventud, tenía ya muy poco de ese muchacho que creció en la puna y la costa ancashina y era, más bien, un clásico yuppie norteamericana, casado además con una judía belga, Eliane Karp, cuya palabra fue y es ley para él.

Por eso, al ganar la presidencia, era evidente que su sesgo en política exterior iba ser pro norteamericano y occidental, y así lo demostró, al embarcarse con Eliane la primera semana de julio del 2001 rumbo a Washington y Nueva York.

Acompañado de ella y de Javier Pérez de Cuéllar, entonces primer ministro de Valentìn Paniagua, Toledo recibió el saludo y la bendición de George Bush en la Casa Blanca. Luego iría de visita a los organismos multilaterales (FMI, BID y otros), donde fue presentado por el ministro de Economìa, Javier Silva Ruete.

Para contentar a los circulos financieros y empresariales norteamericanos, Toledo anunció en Nueva York que su ministro de Economía y Finanzas sería nada menos que Pedro Pablo Kuczinsky, un viejo conocido y servidor de los grandes banqueros y petroleros yanquis.

Satisfechos de ganar la confianza norteamericana, Toledo y su esposa cruzaron el gran charco y fueron recibidos en Madrid por el presidente del gobierno, José María Aznar y su antecesor, el líder socialista Felipe Gonzáles. Esta vez auspiciado por Mario Vargas Llosa, el Cholo también fue recibido y felicitado por el Rey Juan Carlos en el Palacio de la Zarzuela.

El gobierno español respondió positivamente y aportó 125 millones de dólares para los programas sociales y lideró una Mesa de Donantes, que tenía la meta de reunir otros 400 millones para el Programa de Emergencia Social.

Otra vez satisfecho, el Cholo voló a París, y fue recibido en el Palacio del Eliseo por el presidente Jacques Chirac y el primer ministro Lionel Jospìn, y luego se reunió con los consorcios franceses interesados en invertir en el Perú.

Redondeó su gira parisina con una visita al cementerio de Montparnasse, donde rindieron un homenaje al inmortal César Vallejo. El fin del periplo europeo sería familiar, en Bélgica, en casa de la madre de Eliane.

EL NUEVO ALAN

Ya más cerca en el tiempo, el 4 de junio del 2006, el ego de Alan García se infló aún más al ganar por segunda vez la presidencia, esta vez al derrotar a Ollanta Humala. Más experimentado y evidentemente escaldado por los desastres de su primer gobierno, Alan estaba dispuesto a cambiar y a no repetir los errores de juventud.

Asi fue que renegó del avión presidencial, bautizado “avión parrandero” durante el toledismo, y al mes de ser electo, Alan se embarcó rumbo a Brasilia, para sostener su primera entrevista con el presidente brasileño, Inacio Lula Da Silva. El objetivo era neutralizar la creciente influencia del dictador venezolano Hugo Chávez en América Latina.

Alan tenía motivos personales para esta iniciativa, pues Chávez se entrometió abiertamente en la campaña electoral a favor de Humala y lo llenó de gruesos insultos que tuvieron amplia cobertura mediatica. En Brasilia, García recordó el apoyo que le dio en Perú a Lula en los 80, cuando el brasileño solo era un lìder sindical.

García después viajó a Bogotá, y se reunió con otro crítico y antagonista de Chávez, el presidente Alvaro Uribe. Nacía así lo que hasta hace poco se conocía como el eje Bogotá-Lima-Santiago. Al día siguiente, 6 de julio, fue recibido en el Palacio de Carondelet de Quito, por el presidente Alfredo Palacio.

El periplo latinoamericano terminaría en La Moneda, con la presidenta chilena Michelle Bachelet, a la que hizo conocer la negativa del Perú a apoyar el ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de la ONU, según informó la BBC. “Se entrometió (Chávez) en la elección en Perú. Su voluntad de extender su populismo, su modelo, no me parece buen ejemplo”, afirmó en Santiago de Chile, una posición que mantuvo en sus cinco años de gobierno.

Como vemos, los viajes de los presidentes electos, son un anticipo de lo que vendrá y vaya sorpresas que con los años nos damos los peruanos.

Comentarios

Entradas populares