DOS PRESIDENTES, UN VIRREY: El caótico despertar del Perú independiente


En los años turbulentos de la Independencia, la naciente República del Perú declarada solemnemente en Lima el 28 de Julio de 1821, tuvo durante medio año dos presidentes y un virrey que dominaban parte del territorio y se enfrentaban entre si, mientras desde la frontera norte se acercaba el ejército del Libertador Simón Bolívar con las espadas listas para entrar al combate y concretar la emancipación peruana y continental.


La guerra de la Independencia tendría un punto crucial en las Conferencias de Guayaquil, el 26 de julio de 1822, cuando el Generalísimo José de San Martín y el Libertador Simón Bolívar se reunieron para definir el rumbo que tomarían los dos ejércitos que, desde el norte y el sur, luchaban por quebrar el yugo español en América del Sur.

Al llegar San Martín a Guayaquil, Bolívar le anticipó sus ambiciones al recibirlo con un sonoro “bienvenido a la Gran Colombia”, cuando aún esa hermosa ciudad aún no se decidía en ser una provincia libre o parte de la naciente República del Perú. Tras los agasajos protocolares y las bienvenidas, los dos libertadores se reunieron a solas por más de cuatro horas y Bolívar impuso sus condiciones.

De retorno a Lima, San Martín se dio con la ingrata sorpresa de conocer el destierro de su hombre de confianza, compatriota e ideólogo, Bernardo Monteagudo, expulsado del país por el Supremo Delegado, José Bernardo de Tagle y Portocarrero, Marqués de Torre Tagle, a quien el Libertador argentino le encargó la conducción del Perú durante su ausencia. Monteagudo era odiado por la aristocracia limeña por sus prácticas y prédicas intolerantes contra los españoles, a los que perseguía y hostilizaba. Las acciones represivas alentadas por Monteagudo obligaron a partir del naciente país a unas 4 mil familias de prosapia hispana.

Torre Tagle, al fin y al cabo otro aristócrata de abolengo colonial, cedió a las presiones de su clase y expulsó a Monteagudo, lo que le valió ser calificado por San Martín como “débil e inepto”. Poco después, el 22 de setiembre, el Generalísimo convocó al Congreso, renunció a todos los poderes conferidos y le dijo adiós al Perú. El Congreso, por su parte, convocó a una Junta Gubernativa que presidió el general José de La Mar.

PRIMER GOLPE DE ESTADO

Esta Junta organizó la primera Expedición a Intermedios, con jefes y soldados peruanos para terminar con a las tropas realistas que dominaban el centro y sur de los Andes, asi como el Alto Perú, pero los resultados fueron negativos. Ante la ineficacia contra el poderío español, el 26 de febrero de 1823, el ejército patriota acantonado en Balconcillo exigió al Congreso disolver la Junta Gubernativa y entregar la Presidencia de la República al general José Mariano de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, otro miembro que, como Torre Tagle, descendía de la más antigua y encumbrada nobleza colonial.

El Congreso se opuso, pero apenas las tropas se movilizaron hacia Lima, llamaron como presidente provisorio a Torre Tagle y el 28 de febrero designaron a Riva Agüero como el primer Presidente de la República y le ciñeron la banda bicolor que hasta ahora distingue a los jefes de Estado del Perú. El primer golpe de estado en la historia peruana había triunfado.

Riva Agüero también trató de derrotar a las tropas del virrey La Serna sin necesidad de apoyo extranjero e inició una segunda Campaña de Intermedios, al mando del general Andrés de Santa Cruz, que consiguió algunas victorias, pero que no reportaron ningún avance en la lucha por la independencia, mientras que el poderío realista se consolidaba en la sierra.

Casi al mismo tiempo que se conocían los escasos o nulos resultados de la segunda campaña, en mayo de 1823 llegó a Lima el general José de Sucre, enviado por Bolívar. Sin embargo, las tropas del general realista José de Canterac, al constatar que la capital estaba casi desguarnecida porque las tropas patriotas permanecían en el sur, bajó de la sierra y amenazó tomar Lima, a la que entraría el 16 de junio de 1823.

CHOQUE DE PODERES

El Congreso, se refugió en el Real Felipe y decidió trasladar la sede del Ejecutivo y el Legislativo a Trujillo. Ademàs ante la emergencia, le reconoció al general Sucre poderes similares al del presidente Riva Agüero y envió una delegación especial para solicitar la presencia del Libertador Bolívar.

Ya en Trujillo, Riva Aguero se enfrentó abiertamente al Congreso hasta desconocerle toda representación (19 de junio), y convocó a un Senado integrado por diez congresistas incondicionales. Sucre, para no ser un estorbo, puso su investidura en manos del Congreso, que destituyó a Riva Agüero y nombró Presidente de la República al marqués de Torre Tagle en los primeros días de agosto.

El Perú ofrecía de esta manera, ante los nacientes países independientes, el espectáculo de la anarquía con dos presidentes de la República y un virrey español, José de La Serna e Hinojosa, dueño aún de un poderoso ejército cuyo dominio se extendía de Junín al Cusco y Arequipa, y parte del Alto Perú. Como Riva Agüero, La Serna le debía el cargo también a un golpe de estado, pues la alta oficialidad realista lo impuso como Virrey del Perú en reemplazo de Joaquín de la Pezuela, a quien cuestionaron por concentrarse más en defender Lima y dejar que las tropas de San Martín ganen terreno sin combatir.

En este clima sombrío y de enfrentamiento llegó a Lima, el 1 de setiembre de 1823, el Libertador Simón Bolívar, que se hizo recibir con una gran parada militar a cargo de los regimientos de soldados chilenos, argentinos y colombianos que integraban el ejército emancipador. Convocado por invitación expresa del Congreso, Bolívar, sin embargo, pronto causó desconfianza entre la élite limeña por su vanidad e intenciones de perpetuarse en el poder. El Libertador, por su parte, nunca vio con buenos ojos a los aristócratas descendientes de la Colonia que pretendían auparse sobre el movimiento emancipador para seguir gozando de sus privilegios.

Antes de romper fuegos contra los realistas, Bolívar inició campaña contra Riva Agüero, quien inició un acercamiento con el virrey La Serna encaminado a lograr el reconocimiento de la independencia del Perú. Sin embargo, a fines de noviembre de 1823, sus oficiales apresaron a Riva Agüero, pero no lo fusilaron como quería Bolívar, que lo acusaba de traición a la patria.

DESERCIÓN DE TORRE TAGLE

Riva Agüero logró escapar a Guayaquil, de donde partió a Europa, convencido de que si caía en manos de Bolívar iba a ser ejecutado en forma sumaria. Y mientras el depuesto presidente buscaba refugio con el Atlántico de por medio, la amenaza realista crecía con la deserción de lo que quedaba del Ejército de los Andes, cuyos soldados, por falta de paga y de alimentos, se sublevaron en el Real Felipe y liberaron a los oficiales realistas, a quienes entregaron el mando de la fortaleza.

Bolìvar, que ya sentía los estragos de la tuberculosis en su organismo, debió salir de la acosada Lima para irse a Pativilca, desde donde seguía los hilos de la lucha emancipadora y preparaba los choques definitivos contra los ejércitos realistas. En Lima, el poder quedó en manos del presidente Torre Tagle, aunque en realidad el poder político y militar siempre estuvo en manos del Libertador venezolano desde que llegó.

En los primeros meses de 1824, la animadversión de la aristocracia limeña contra Bolívar era inocultable y había un creciente espíritu de acercamiento al virrey La Serna, al que veían como un contrapeso a Bolívar y su ejercito, que más parecían otra fuerza de ocupación por los cupos y exacciones que impuso a los ricos descendientes de la Colonia.

Fiel a sus ancestros, Torre Tagle a través de un emisario buscó un entendimiento con los generales españoles de La Serna en Huancayo. Su vicepresidente, Diego de Aliaga, iría más lejos y enviaría otro representante a Ica, donde informó a los realistas que Torre Tagle estaba a favor de la Corona española.

A la toma realista del Real Felipe, seguiría en marzo de 1824 una contraofensiva que volvería a poner Lima en manos del virrey. El presidente Torre Tagle, cuya cercanía a La Serna ya era público, se quedó en la capital y los realistas le reconocieron su grado como general del ejército español y le pusieron una guardia de honor en la puerta de su casa.

CONDENADO A MUERTE

Bolívar pronto dictó una orden de captura contra el presidente y el vicepresidente peruanos, a quienes acusaba de facilitar la entrega del Real Felipe a los españoles. Conocedor que estas órdenes implicaban el fusilamiento, Torre Tagle se escondió en un convento y luego se entregó al general español Juan Antonio Monet, que ya ocupaba Lima.

Poco después haría pública su adhesión a la causa española y al rey de España, y su desilusión con la independencia y Bolívar, cuyo triunfo en las Batalla de Junín (6 de agosto de 1824) desató el pánico en la aristocracia limeña que, como Torre Tagle, ahora era más realista que el propio virrey. Y al conocerse la Capitulación de La Serna tras ser derrotado en la Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), miles de limeños abandonaron la capital para buscar amparo bajo la bandera de España en el Real Felipe.

Torre Tagle, su esposa y sus cuatro hijos estuvieron entre esa multitud que se refugió en la fortaleza chalaca y, como ellos, debió alimentarse de caballos y ratas ante la falta de alimentos por el férreo cerco impuesto por el ejercito emancipador. El 26 de setiembre de 1825, cuatro meses antes de la capitulación española, Torre Tagle murió a los 46 años de escorbuto en medio de la inmundicia que reinaba en el Real Felipe. Su esposa y una de sus pequeñas hijas tendrían el mismo fin.

El virrey La Serna, por su parte, volvería a España y sería condecorado como héroe y le otorgarían el titulo de Conde Los Andes. Murió soltero y sin hijos, a los 62 años, en 1832, el mismo año en que Riva Agüero, ya de nuevo en Lima tras la desaparición de Bolívar, pudo recuperar su antiguo grado de Gran Mariscal y soñaba volver al poder. En su avatar político sería desterrado por Gamarra a Guayaquil y luego por Salaverry a Chile, de donde también fue expulsado. Durante la Confederación Peruano-Boliviana, fue presidente provisorio del Estado Nor-Peruano, que culminó en enero de 1839 con la derrota de Santa Cruz en la Batalla de Yungay a manos de un ejército peruano-chileno. Riva Agüero murió a los 75 años, en 1858.

Comentarios

  1. ohh.. muy buena la historia ..esta bien detallada...

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  2. es una pena que garna parte de la historia del peru se escribiera por extranjeros,que hasta ahora me pregunto quien le dio derecho tanto a bolivar como a san martin de hacer lo que quieran en el peru,yo creo que si se hubiera hecho un referendum de lo que querian losperuanos ,ninguno de ello shabrian durado en suelo patrio.

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  3. +-
    peor es nada :/
    pero le falta demasiado

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