PERÚ ENTREGA LOS RESTOS DE O’HIGGINS A CHILE. SE CUMPLEN 156 AÑOS DE UN GESTO DE AMISTAD OLVIDADO





Sus cenizas son el recuerdo de una gloriosísima unión, dijo el canciller peruano de entonces

    

Los 28 de diciembre son una fecha especial que las Cancillerías de Perú y Chile pasan por alto cuando es una fecha especialmente significativa por una sencilla razón: el 28 de diciembre de 1868 el Perú entregó los restos de Bernardo O’Higgins a una comisión naval que llegó para repatriar al luchador y fundador del Chile independiente.

Hoy el pequeño patio que forman los cuarteles Santo

Toribio y San Francisco Solano, en el Cementerio Presbítero Maestro, luce solitario y acumula el polvo del olvido, pero ese día de 1868 reunió al canciller José Antonio Barrenechea y a la comisión naval enviada desde Chile y presidida por su histórico vice-almirante Manuel Blanco Encalada.

Bajo un tibio sol, como informó al detalle la edición de El Comercio de ese día, Barrenechea pronunció un discurso previo a la entrega de los restos del primer director supremo de Chile, enterrado en el entonces Cementerio General de Lima desde el 26 de octubre de 1842.

Barrenechea destacó que las cenizas de O´Higgins “son el glorioso recuerdo de una gloriosísima unión. ¡Singular destino el del Capitán General y Gran Mariscal O’Higgins! En el poder, en la proscripción y en la tumba sirviendo a la misma causa, a la gran causa de la unión americana”.

“El gobierno peruano espera que entreguéis a Chile este precioso depósito como prenda de unión y amistad sincera”, afirmó el canciller en su discurso y se procedió a la firma de entrega del ataúd, donde yacían los huesos de O’Higgins aún cubiertos con el hábito franciscano que él pidió que sea su mortaja.


Tras una misa en la capilla del cementerio, los restos del libertador de Chile y arquitecto de la independencia del Perú -por ser quien organizó, financió y envió la Expedición Libertadora al mando de San Martín, fueron llevados a una capilla ardiente en la iglesia de San Domingo, cubierta toda de luto.

La capilla estaba adornada con las banderas de Perú, Chile y Argentina -los tres países que fueron el centro de sus actividades en pos de sus respectivas independencias de España. Se ofició una misa a las 10 a.m del 29 de diciembre y, a las 3 de la tarde, el ataúd fue llevado, seguido por una multitud, hasta la estación del ferrocarril al Callao.

En el puerto, tras los honores de rigor y los tres cañonazos

de saludo, el ataúd fue colocado en una falúa y, rodeado de unas 29 embarcaciones de varias nacionalidades, fue llevada hasta la corbeta O’Higgins, donde se le depositó en una capilla especialmente levantada. La fragata chilena Esmeralda saludó el arribo con 15 cañonazos, respondidos por los blindados peruanos Independencia y Apurímac.

Al día siguiente, a las 10 a.m., la comisión naval sureña que completaba la corbeta Chacabuco, iniciaron las maniobras de partida mientras las sirenas de la Fortaleza del Real Felipe y de los buques surtos en el Callao, daban la despedida a quien el historiador inglés Erick Hobsbwan considera uno de los tres libertadores de América del Sur, junto a los generales José de San Martín y Simón Bolívar.

La blindada Independencia acompañó a la división chilena hasta Valparaíso, como un último homenaje del Perú al reencuentro de O’Higgins con su amada patria. Debemos destacar que, durante estas actividades, coincidieron importantes oficiales peruanos y chilenos como Miguel Grau, Juan Guillermo More, Arturo Prat y Carlos Condell de la Haza, quienes once años después se enfrentarán en el mar de Iquique.


154 años después de la repatriación de O´Higgins, en junio del 2022, a iniciativa del Instituto O´Higginiano del Perù y con apoyo de la embajada de Chile, se colocó una placa conmemorativa de mármol sobre este acontecimiento que es parte fundamental y culminante en la historia de don Bernardo O’Higgins, el más peruano de los chilenos como escribimos en una nota de RPP.


Placa que recuerda los años que O'Higgins descanso en el ex Cementerio General de Lima.


En la tumba que ocuparon los restos de O'Higgins, hoy se encuentran, desde junio de 1872, doña Manuela Sotomayor de Orellana, cuya familia adquirió el nicho a perpetuidad. En el libro O’Higgins, Avatares del Libertador de Chile en el Perú hay un capítulo dedicado a la repatriación del primer director supremo chileno, que las autoridades de Santiago demoraron más de 20 años en solicitar al Perú.

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