EL PRIMER SOLDADO DEL PERÚ
La heroica trayectoria de Francisco de Vidal, quien fue infante de marina, soldado, agente secreto y montonero en la lucha por la independencia
Plaza de Armas de Supe, al norte de Lima, tiene presente a su hijo más glorioso, pero que no basta para la dimensión de su legado por la independencia peruana. |
Retrato de Vidal en la que fue residencia del gobernador del Real Felipe. |
El Perú le debe
un monumento mayor a Francisco de Vidal y La Hoz, reconocido por el propio José
de San Martín como el Primer Soldado del Perú, por su heroica y tenaz lucha por
la independencia, que abrazó muy joven, a los 19 años, embarcándose en la
primera expedición naval de Lord Cochrane contra el virreinato peruano.
Sólo en la Plaza de Armas de su
natal Supe, 170 kilómetros al norte de Lima, hay una efigie que recuerda al voluntario
que sorprendió gratamente al almirante inglés desde que se presentó ante su
buque, en Huacho, en marzo de 1819. Cochrane estaba al mando de la escuadra
enviada por Chile, ya independiente desde el triunfo en la Batalla de Maipú, el
5 de abril de 1818.
Luego de bombardear el Callao y por
poco capturar al mismísimo Virrey Pezuela, Cochrane se fue a Ancón, Chancay y
Supe, insurreccionando al Norte Chico. El ánimo por romper las cadenas con
España era creciente y Supe declaró su independencia el 5 de abril de 1819. Vidal
entonces ya era parte de la escuadra independentista.
Desde ese modesto puesto empezaría
una azarosa, brillante y heroica carrera militar, y fue sucesivamente infante
de marina, soldado, agente secreto y montonero. Su energía y resolución, aunada
a su condición de peruano, pronto lo distinguió entre la tripulación de
Cochrane. Y en sólo diez años, de recluta voluntario ascendió por su esfuerzo a
general de brigada.
PRIMER
ASCENSO
Por sus acciones en Perú y Chile, al mando de Cochrane, Vidal tuvo sus dos primeros ascensos, a alférez y teniente, suscritos por el director supremo de Chile, Bernardo O'Higgins |
Por estar en primera fila durante
los combates contra los realistas en Huaura, Paita, Supe y Huarmey, al retornar
la escuadra a Valparaíso, en julio de ese año, fue ascendido de soldado a alférez
o sub-teniente en el escalafón militar. Al iniciarse la segunda campaña naval
de Cochrane contra el Callao, en setiembre de 1819, Vidal era parte de las
fuerzas de desembarco.
El ataque con brulotes contra la
escuadra virreinal, que estaba defendida por los cañones del Real Felipe, fue
un fracaso y Cochrane dividió sus fuerzas, siendo enviados a Pisco dos barcos
al mando del vicealmirante Guise, para abastecerse de alimentos y de un rico
cargamento de aguardiente. Pero 600 realistas resguardaban la plaza y esperaban
a quienes llamaban “sediciosos”.
Las fuerzas patriotas estaban
dirigidas por los comandantes británicos Charles Robert Jones y William Miller, y entre
ellos estaba de Vidal, siempre dispuesto a entrar en combate. La lucha fue
recia y dura. Charles cayó abatido y Miller, herido gravemente, fue evacuado
por de Vidal, que lo cargó en hombros mientras se abría paso a sablazos. Era el
7 de noviembre.
EL
FUERTE VIDAL
Ansioso de gloria y de presas para
satisfacer su ambición monetaria, Cochrane reunificó su flota y se dirigió a
Valdivia, al sur de Chile. Su objetivo era atacar un dispositivo de defensa
integrado por nueve fuertes, dotados de 250 cañones en conjunto y activados por
una división de más mil oficiales y soldados veteranos de los batallones
Cantabria y Valdivia.
Cochrane deshecho un ataque frontal
con sus naves por el enorme poder de fuego de los fuertes. En cambio, planificó
una acción por tierra, que los realistas no esperaban ni imaginaban. Con ese
objetivo, se reforzó con una dotación de 250 soldados en Concepción, y puso
bajo el mando del teniente Vidal una fuerza que atacaría por retaguardia al
llamado Fuerte del Inglés.
Ganado por su espíritu juvenil,
Vidal y sus hombres circundaron el fuerte y sortearon un profundo foso.
Entonces, como un reto, pronunció: “Donde va mi gorra, voy yo” y la lanzó por
encima de la muralla del fuerte. Siempre a la cabeza de sus hombres, escaló las
murallas y sorprendió a la guarnición realista que se rindió, a pesar de su
superioridad numérica.
HERIDA
Y ASCENSO
A la caída del Fuerte del Inglés
siguió la toma de los otros ocho fuertes, una proeza militar por ser la primera
vez que era derrotada la formidable defensa naval montada por los españoles en
lo que se consideraba la puerta de acceso al Pacífico y al Virreinato del Perú.
Pero la lucha debía proseguir y Cochrane se dispuso a reconquistar la isla de
Chiloé.
Con este objetivo, formó una fuerza
de desembarco que puso al mando del valiente Miller, seguido de 150 hombres,
entre ellos el intrépido Vidal. A Cochrane, le habían dado el dato equivocado
de que las fuerzas realistas del general Antonio de Quintanilla estaban
desmoralizadas, pero la realidad fue muy diferente.
La oposición de los chilotas,
fervientes realistas, fue muy tenaz y rechazaron a cañonazos y metralla a los
patriotas, hiriendo al comandante Miller, que fue retirado de la lucha. Al
disponerse la retirada, Vidal comandó la retaguardia que debió soportar tres
embestidas de las tropas realistas, que pugnaban por matar o herir a los patriotas
en fuga.
Una herida de lanza en el pecho pudo
acabar con la carrera de Vidal, pero cumplió con su deber de contención hasta
que fue embarcado el último patriota. De retorno a Valparaíso, el Ministerio de
Guerra y Marina de Chile lo ascendió al grado de teniente y le entregó una
medalla de plata. Hasta hoy, en honor a su proeza, al Fuerte del Inglés también
se le llama el Fuerte de Vidal.
AGENTE
SECRETO
Su ascenso se dio en agosto de 1820,
cuando en Valparaíso ya estaba por zarpar la Expedición Libertadora del Perú.
Por esos días, fue presentado al general José de San Martín, a quien impresionó
por su juventud y su legajo de acciones militares. El jefe del Ejército de los
Andes lo asignó al Batallón de Infantería No 8, que estaba al mando del teniente
coronel William Miller.
Poco después, con la mayor reserva,
San Martín convocó a Vidal y, no obstante su juventud, le confió la delicada
misión secreta de llevar comunicaciones a los patriotas peruanos que operaban al
norte de Lima y en la propia capital, con el objetivo de fortalecer el ánimo y la
opinión favorable a la Expedición Libertadora y a la independencia del Perú.
El prolongado viaje de Valparaíso a
Huarmey, en la costa ancashina, se hizo a bordo de una lancha, con tan mal
final que la nave zozobró cerca de su destino y, a duras penas, Vidal tuvo que
luchar contra el mar por varias horas para no perder los documentos
confidenciales que le entregó San Martín. Otros tres patriotas también lograron
llegar a la playa.
Playa de puerto Supe, donde transcurrió infancia y adolescencia de Vidal. |
El joven teniente buscó ayuda y
caminó por el desierto al borde del mar hasta caer exhausto y casi desnudo.
Felizmente lo ayudó una partida de bandoleros y se refugió en casa de un
familiar en Supe. Luego se dirigió a cumplir su misión secreta en Lima, pero ya
no lo era tanto porque el Virrey Pezuela ofreció una recompensa de diez mil
pesos por su cabeza.
El comandante realista de Huaura también
recibió órdenes directas de Pezuela, para ubicar con vida al escurridizo agente
de San Martín, con el evidente afán de arrancarle, mediante la tortura, los
nombres de los contactos y los planes de los patriotas. Lejos de arredrarse,
Vidal y un reducido puñado de hombres prepara otro audaz golpe en Supe.
Lo hizo en los primeros días de
noviembre, al tomar por asalto una casona que era usada como cuartel militar
por un escuadrón de dragones realistas. Sorprendidos y sin poder reaccionar, éstos
se rindieron y entregaron armamento, decenas de caballos de guerra y equipos.
Con ese precioso botín se presentó en Huaura, donde San Martín ya había levantado
su cuartel general.
Cuatro meses después de despedirse
en Valparaíso, Vidal se cuadró y saludó a San Martín, dándole cuenta de la
misión secreta cumplida exitosamente, lo cual emocionó al generalísimo jefe de
la Expedición Libertadora, quien lo ascendió al grado de capitán en el Ejército
Libertador del Perú y lo declaró el Primer Soldado del Perú, según la Orden del
Día del 13 de noviembre.
EL MONTONERO
Placa del único monumento dedicado a Vidal, en Supe. |
Por su iniciativa y valentía
demostrada en combates en Perú y Chile, San Martín encargó a Vidal secundar al
teniente coronel José Isidoro Villar, quien tenía la misión de organizar y
articular a las partidas de guerrilleros o montoneros independentistas, que
asediaban Lima y cortaban sus comunicaciones y fuentes de abastecimiento.
El flamante capitán también asumió
la misión de contactar y apoyar a la división del general Alvarez de Arenales,
quien salió de Pisco para llevar la voz de la independencia a Huancavelica,
Huamanga y Jauja, y enfrentarse con las fuerzas realistas donde se encontrasen.
El choque se dio en Pasco, el 6 de diciembre de 1820, y fue la primera gran
victoria militar del Ejército Libertador.
Su labor será incansable y con su
partida de guerrilleros sorprende y ataca a las tropas realistas que custodian
el traslado de víveres y ganado a la capital, que entonces ya estaba bajo el
bloqueo de la escuadra de Cochrane. Son los primeros meses de 1821 y la
incansable y ubicua presencia de Vidal y sus hombres son un duro golpe a la
causa virreinal.
Derribado Pezuela por un complot
militar, el nuevo Virrey, La Serna, envía al capitán José de Oyarzún y a una
compañía de infantería con la misión de ubicar y batir a Vidal y sus hombres.
En el choque, en la sierra de Lima, Oyarzún murió en el combate y Vidal debió replegarse
a Canta, donde el 2 de mayo de 1821, sorprendió a la vanguardia del general
Mariano de Ricafort.
OCUPACIÒN
DE LIMA
Vidal y sus montoneros también
pusieron en aprietos a las fuerzas del coronel José Ramón de Rodil. Entonces la
situación de La Serna y su ejército en Lima era insostenible, por la escasez de
alimentos, el bloqueo por mar y los constantes ataques por tierra, y también
por las enfermedades que atacaron a más de la mitad de sus hombres.
Tras días de incertidumbre, La Serna
y su ejército abandonaron la capital el 7 de julio de 1821, ante el estupor de
aristocracia limeña por miedo a quedar en manos de mestizos, indios y esclavos,
que eran la mayoría, pero el ingreso de Vidal y sus montoneros, para mantener
el orden y la tranquilidad pública, evitó la anarquía y los robos.
San Martín llegó a Lima la noche del
11 de julio. Lo hizo en silencio y tratando de evitar el sonoro recibimiento
que prepararon las autoridades. Para entonces, Vidal y sus partidas de
guerrilleros ya iban en persecución de la retaguardia de La Serna, que a duras
penas avanzaba por la ruta de Yauyos rumbo a Jauja.
Dos meses después, también sale en
persecución de la retaguardia del general Canterac, quien con una división de
dos mil 500 hombres baja de la sierra y pasa rumbo al Real Felipe, ante la
zozobra general del pueblo de Lima, que armados de cuchillos y machetes
salieron detrás de San Martín hasta las murallas de la ciudad.
Panteón de los Próceres, al costado de la Casona de San Marcos. Todo el conjunto arquitectónico data del Virreinato. |
A pesar del pedido de sus oficiales,
San Martín evitó una batalla directa con Canterac en las puertas de Lima. El
jefe realista tampoco buscó el choque ese crítico 16 de setiembre, pero detrás
de él salieron las fuerzas guerrilleras de Vidal. Cinco días después, en
Huamantanga, Canta, una división de dos mil hombres al mando del brigadier Monet
hizo una maniobra envolvente para acabar con las partidas de montoneros.
Vidal fue herido en combate, pero
sobrevivió para ser distinguido por San Martín con la Orden del Sol, la máxima
distinción creada por el Protectorado en octubre de 1821. El capitán, de sólo
21 años, se convirtió en el más joven en recibir esta condecoración y luego fue
distinguido también por el Protector por su incesante labor de montonero en
contra de los realistas.
HÉROE
CASADO
A Vidal no le fue bien en el
ejército de línea. Recuperado de salud, fue destinado a la Legión Peruana, que
estaba al mando de su amigo, el coronel William Miller. Al mando de una
compañía fue parte de la división patriota que mandaban el general Juan Pío
Tristán y el coronel Agustín Gamarra, que fue desbaratada por Canterac en el
desastre de Mamacona, el 7 de abril de 1822.
Féretro que contiene los restos de Vidal, en la planta baja del Panteón de los Próceres. Está al lado de Unanue, Necochea y otros próceres de la independencia. |
Fue el revés militar más duro
sufrido por el Protectorado y debilitó la posición política y militar de San
Martín, mientras que la estrella de Simón Bolívar brillaba en el norte tras el
triunfo en la batalla de Carabobo que consolidó la independencia de Venezuela y
Nueva Granada. San Martín, tras reunirse con Bolívar en Guayaquil y no lograr
su apoyo militar, primero convocó a un Congreso Constituyente y se fue del Perú
en setiembre de ese año.
La partida de San Martín desató una lucha por el
poder. En febrero de 1823, Vidal fue temporalmente separado por discrepar con
el golpe de estado que encumbró en el poder José de la Riva Agüero. Pero poco
después es readmitido y enviado a Huánuco.
Su misión es organizar nuevas
partidas montoneras para hostilizar y eventualmente enfrentar a las fuerzas
realistas de Canterac, posicionadas en el centro del país. Antes de iniciar su
misión, Riva Agüero lo asciende a sargento mayor y poco después, en la iglesia
de San Lázaro, se casa a los 23 años con Andrea de Grados y Donayre, de 16
años, con la que tendrá ocho hijos.
LIBERADO
POR SUCRE
Al llegar Bolívar al Perú, el 1 de
setiembre de 1823, el Perú está dividido porque tiene dos presidentes -Torre
Tagle y Riva Agüero- y un Virrey en la sierra. Bolívar asume el mando
político-militar y enfrenta a Riva Agüero, que se ha hecho fuerte en Trujillo.
El libertador no es ajeno a la valía de Vidal y lo asciende a teniente coronel,
el 10 de noviembre.
El joven oficial de Supe, sin
embargo, no ve con buenos ojos el enfrentamiento con Riva Agüero y se retira a
la selva central, pero es detenido por indígenas y entregado al gobernador de Huánuco,
que lo pone en prisión. En esas condiciones lo encuentra el general Antonio
José de Sucre, quien al mando del Ejército Unido está en la campaña final
contra La Serna.
Por la cercanía del Bicentenario, un cartel recuerda al máximo héroe militar de Supe. |
Sucre, conocedor de su foja de
servicios, lo libera y le devuelve el mando de las guerrillas en el centro del
Perú, donde desbarata partidas realistas, intercepta comunicaciones y participa
en el rescate de dos oficiales patriotas, que eran enviados de las casamatas
del Real Felipe a las mazmorras de Canterac en Jauja. Estos lograron huir y se
salvaron gracias a Vidal.
En una demostración más de su arrojo
y coraje, el teniente coronel de Supe y sus hombres planifican la reconquista
de Lima y atacan el Palacio de Gobierno, desatándose un feroz tiroteo con los
defensores realistas. Los atacantes son rechazados y Vidal salva la vida al ser
impactado su caballo de un balazo. Otros tres balazos traspasan su capote y
hieren a dos guerrilleros patriotas.
La arrojada acción es premiada por
Bolívar con otro ascenso, a coronel, y la misión de organizar y preparar un
escuadrón de caballería y un batallón de infantería, los cuales pasarán a ser
la vanguardia del Ejército Unido Libertador. La orden era reportar el
movimiento de los enemigos y hostilizar su paso, además de bloquearle sus
abastecimientos e interceptar sus comunicaciones.
RETOMA
DE LIMA
Vidal no tuvo el honor de participar
en las batallas de Junín y Ayacucho que sellaron la independencia del Perú,
pero su labor al frente de las fuerzas montoneras fue muy valiosa, tanto que
contuvo y desbarató en la ruta a Jauja, un ataque realista al mando del
brigadier Juan Ramírez poco después de la batalla de Junín del 6 de agosto de
1824.
Con sus hombres, por órdenes de
Bolívar, se integró después al cerco del Real Felipe, donde desde febrero se
encontraba el brigadier Rodil con una división de dos mil hombres. En esta
labor, nuevamente desplegó su capacidad de organización y formación de un nuevo
batallón.
Vidal será uno de los oficiales al
mando de las tropas patriotas que recuperó Lima, a mediados de noviembre, lo
que deja a los realistas confinados en el Callao. Poco después, señal de que la
capital está realmente segura y liberada, el 7 de diciembre ingresa el
libertador Bolívar.
Dos días después se dará la decisiva
batalla de Ayacucho, noticia que tardaría diez días en llegar a Lima, donde se
celebró con campanas al viento. Vidal prosiguió al mando de sus hombres que
eran parte del cerco de hierro sobre el Real Felipe, pero a fines de mayo de
1825, Bolívar lo releva del cargo y lo envía a La Paz.
Para entonces, la oposición a
Bolívar era creciente en Lima y se repudiaba el accionar de las tropas aliadas
colombianas, que más parecían un ejército de ocupación, con el beneplácito del
libertador, siempre atento a sus oficiales colombo-venezolanos, que habrían
influenciado para la separación de Vidal, quien debió refugiarse en Chile, al
haber sido declarado en “disponibilidad”.
Recién pudo volver en abril de 1827,
cuando ya Bolívar y sus tropas se habían marchado del Perú. Como hombre de
armas, Vidal tendrá participación gravitante en los años siguientes, pero tuvo
la virtud de no ser un golpista ambicioso de llegar a la presidencia.
Su papel, en defensa de la Constitución, en 1842,
nos dará un perfil del soldado constitucional y respetuoso de la ley que
siempre fue Vidal, a quien el Perú le debe un reconocimiento mayor en el corto
tiempo que falta para celebrar el Bicentenario de la Independencia y cuya
azarosa trayectoria militar está muy bien reseñada en el libro del coronel EP
Enrique Gargurevich Godoy, presidente del Instituto de Estudios Histórico del
Ejército Peruano, titulado Juan Francisco de Vidal y La Hoz, el primer soldado
del Perú.
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