ARGENTINA 78: UN MUNDIAL EN ARMAS
I
Era el último minuto del partido y Johan
Nesskens sacó un tiro libre desde el medio campo que pasó por encima de
Olguín, se metió dentro del área, dio un
bote y Rob Rensenbrik la picó por la izquierda. A solo tres metros de la
portería metió un pelotazo que dejó sin aliento a los 72 mil espectadores del
Monumental. El miedo emergió del césped al pasar la pelota por debajo del
“Pato” Fillol y un silencio abrumador calló al estadio.
El famoso disparo de Rensenbrick |
El balón avanzó al arco desguarnecido
y, en su trayecto, se traía abajo la ilusión de 25 millones de argentinos y el
andamiaje político del Mundial de Fútbol más polémico de la historia,
organizado por una Junta Militar que, hasta el mismo inicio del torneo, ya
tenía a cuestas más de 22 mil muertos. Videla, Massera y Agosti, los jefes y
arquitectos del genocidio y presentes en el palco de honor en esa dramática
final con Holanda, el 25 de junio de 1978, no podían creer que, a solo segundos
de terminar el partido, se les vaya el titulo de las manos….
UN
PAIS EN GUERRA
César Luis Menotti tenía 17 años y
la mayoría de los futuros campeones del mundo estaban en pañales o recién
habían nacido cuando dos aviones de guerra, al mediodía de un frío y nublado 16
de junio de 1955, ametrallaron y bombardearon la Casa Rosada en tres oleadas
que dejaron más de 350 muertos y dos mil heridos en el corazón de Buenos Aires.
Ataque aéreo a Casa Rosada de 1955 dejó más muertos que bombardeo a La Moneda en 1972. |
La Masacre de la Plaza de Mayo, perpetrada por la
Marina para matar al entonces presidente Juan Domingo Perón, dejó una llaga
abierta entre peronistas y militares que, con los años, desataría una guerra
interna; pero mientras se afilaban los cuchillos, el 35 Congreso de la FIFA,
reunido el 6 de julio de 1966 en Londres, otorgó la organización del Mundial 78
a la Argentina y ratificó los torneos de 1972 en Alemania Federal y de España
en 1982.
La herida del 55
empezaría a sangrar en los 70. Los Montoneros peronistas y el marxista Ejército
Revolucionario Popular (ERP) se lanzaron a la lucha con secuestros, asesinatos
y ataques a cuarteles militares. La ultraderecha respondió con la terrorífica
Triple A (Alianza Argentina Anticomunista) y las Fuerzas Armadas, por decreto
del gobierno de Isabelita Perón, fueron autorizadas a “aniquilar” a los grupos
subversivos.
Era 1974 y Argentina se hundía en un baño de
sangre, pero ya con la mirada puesta en
el Mundial, la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) le confió las riendas de la
selección a un técnico larguirucho, melenudo y fumador, de solo 35 años y con
apenas cuatro de experiencia.
A Menotti, el comunista que filosofaba con el fútbol
y citaba a Borges, lo catalputó al cargo su sensacional campaña con el Sport
Huracán, un modesto club que en 30 años no había alcanzado ningún título, pero
bajo su batuta campeonó en 1973 con un juego vistoso, elegante y tan efectivo
que le dio un histórico 5-0 al Boca Junior en La Bombonera.
Los críticos, sin embargo, dijeron que su ascenso fue
gracias al doctor David Bracuto, presidente de Huracán y de la AFA (1974-76),
brazo derecho del todopoderoso Lorenzo Miguel, líder peronista de la Unión de
Obreros Metalúrgicos e integrante de la Comisión de Apoyo al Mundial.
Con el Monumental de Buenos Aires repleto,
la campaña del “Flaco” que cambió la historia del fútbol argentino se inició el
12 de octubre del 74, con un empate 1-1 ante España. Su plan inicial era forjar
un combinado con los mejores jugadores de todo el país y no solo de Buenos
Aires.
En 1975, la lucha interna tendría su clímax, atizada
por la Operación Independencia, que lanzó a los militares con artillería pesada
y jets utilizados en Vietnam, contra unos dos mil guerrilleros del ERP que
pretendían emular al Che Guevara en las sierras de Tucumán. En una escuela de
esa provincia, se abrió por esos días el primer centro clandestino de detención
y torturas.
Los montoneros respondieron con golpes que
humillaron a los militares en agosto de ese año. La madrugada del 22, tres
buzos volaron el destructor misilero Santísima Trinidad, en la principal base
naval de la Armada. Seis días después, dinamitaron la pista del aeropuerto de
Tucumán y partieron en dos un gigantesco Hércules C-130, que despegaba con 140
soldados. La víspera de esa Navidad, unos 200 guerrilleros del ERP asaltaron el
Batallón de Arsenales al sur de Buenos Aires, pero los militares esperaban el
ataque: 60 guerrilleros fueron abatidos, 30 de ellos fusilados en el acto,
cuando ya estaban rendidos.
El conflicto no paralizó los planes de
Menotti. Con una selección Sub-21 tuvo su primer examen en el torneo Esperanza
de Toulón, donde campeonó tras derrotar a Hungría, México y Francia, el local y
favorito. Formadas casi íntegramente con jugadores de Córdoba, Jujuy, Rosario y
Santa Fe, las selecciones del interior también participaron en los Juegos
Panamericanos de México y la Copa América.
Aunque eliminados por Brasil en la Copa
América, ese primer año de preparación le permitió a Menotti cincelar lo que
sería su equipo base, entre los que destacaban Ardiles, Valencia, Pasarella, el
Tolo Gallego y los goleadores Luque y Houseman.
Estaba convencido que la selección debía
salir de las entrañas mismas del fútbol gaucho. Quería el plantel a la mano y
no depender de los “extranjeros”. “Preferí tener a mis jugadores en el país
porque, a excepción de Kempes que era un fuera de serie, no había grandes
diferencias”, diría 25 años después. Ese fatídico 75, terminaría con River
campeón.
II
La pelota avanzó como una eternidad. José
María Muñóz, el locutor deportivo que también fue la voz de la Junta Militar,
solo atinó a gritar “pateó Rensenbrick…” y se quedó en silencio, un silencio
que también enmudeció a los otros locutores que transmitían la final.
Fueron pocos segundos de incertidumbre que
traspasaron hasta los muros de la temida Escuela de Mecánica de la Armada,
distante a tan solo mil metros del estadio Monumental, el Auschwitz argentino
según Galeano, donde en esos momentos se hacinaban cientos de hombres y
mujeres, destrozados física y moralmente por la picana eléctrica, el submarino
u otras técnicas bestiales de tortura.
“El estadio entero se quedó sin respiración”,
recordaría después Leopoldo Jacinto Luque. “Me asuste más viendo la repetición
por la TV que en la cancha. Solo recuerdo el silencio de la gente en ese
momento, eso sí”, anotaría Alberto Tarantini. Kempes diría que la jugada de 5 o
6 segundos fue tan rápida que no le dio tiempo para pensar en nada, pero si
recordaría que “el Monumental se calló totalmente”.
Fillol derrotado caía al suelo y la pelota estaba más
cerca de su arco…
EL
LLANTO DEL MATADOR
La primera gira europea empezó con buen pie el 20 de
marzo de 1976, con gol de Kempes a la Unión Soviética, en Moscú. Cuatro días
después estaban en Chorzow, a pocas horas de medirse con Polonia. Nadie
recuerda quien fue el primero en dar la mala noticia del golpe de estado,
perpetrado ese 24 de marzo a las 00:30 horas de Argentina.
La noticia no solo causó malestar, también despertó
temor y preocupación, tanto que el “Matador” Kempes lloró al enterarse, Gallego
pensó en su familia y Houseman diría que la tristeza los embargó a todos. El
rubio delantero Scotta habló de una posible guerra civil y pidió volver.
Junto con Menotti, el plantel acordó jugar ante
Polonia, casi al mismo tiempo que, desde Buenos Aires, llegaba la orden de
seguir con los partidos en Europa. Ellos no lo sabían, pero en Argentina, desde
ese día, regía la ley marcial, cientos de líderes y dirigentes sindicales fueron
encarcelados y la población estaba amenazada con “intervenciones drásticas” si
protestaban.
Una férrea
censura maniató a la radio y TV, sin embargo, por un par de horas se levantó la
transmisión oficial para dar pase al Argentina-Polonia, aunque al relator le
advirtieron: “Limítese a narrar el partido y dar los nombres de los jugadores”.
La victoria gaucha por 2-1, tras ir perdiendo, sirvió al influyente diario
Clarín para sacar su famoso titular: TODO
SIGUE NORMAL, con un recuadro del triunfo de la selección. La gira siguió,
pero el equipo no era el mismo: perdió con Hungría (2-1) en Budapest, y se
desinfló con el Hertha en Berlín y el Sevilla, en España.
Videla (centro) y Massera (izquierda) pugnaron por el manejo de los gastos del Mundial. Ganó Massera. |
Esa noche del golpe, el almirante
Emilio Massera, número 2 de la Junta, advirtió a Videla que se debía ratificar
la organización del Mundial. Según el periodista Ezequiel Fernández, el marino
le advirtió al general que el Mundial le costaría al país 70 millones de
dólares. “Así cueste cien millones, lo haremos”, respondió Videla.
Era la gallina de los huevos de oro que los jerarcas
de la Marina y el Ejército no estaban
dispuestos a compartir. Primero desplazaron a la AFA y luego reemplazaron
a la Comisión de Apoyo al Mundial, en los primeros días de julio, por el Ente Autárquico Mundial 78
(EAM 78), con poder total para mandar construir los estadios y obras que se
necesiten.
Videla inclinó la balanza a favor del Ejército y
nombró presidente del EAM 78 al general Omar Carlos Actis y vicepresidente al almirante
Carlos Alberto Lacoste, socio y amigo personal del “Negro” Massera, quien
aceptó la decisión presidencial con una media sonrisa.
El 19 de agosto, un día antes de anunciar su plan de
trabajo, al salir de su casa, Actis fue emboscado por dos autos y abatido a
balazos. La Junta culpó a los montoneros y desató una cacería despiadada. Tres
días después, se sacaron de un cuartel de la Policía Federal a 10 mujeres y 20
hombres, todos muy jovenes y debilitados por las torturas. Amarrados y apilados
en un camión, los llevaron al norte de Buenos Aires. En la fría madrugada, les
dispararon a quemarropa, dinamitaron los cadáveres y dejaron un tétrico mensaje
entre una de las víctimas: “30 por 1”.
Mientras se
recogían los cadáveres de la Masacre de Fátima, la Junta designó en la
presidencia de EAM 78 al general Eduardo Merlo, un fantoche porque el verdadero
hombre fuerte era Lacoste, quien daba entrevistas a la prensa en uniforme de
combate, con su pistola encima del escritorio. En su libro “Lacoste, ¿quién
mató al general Actis?”, el periodista Eugenio Méndez señaló que los asesinos
fueron agentes de la Marina y acusó al vicealmirante de ser autor intelectual.
El secretario general de la FIFA, el alemán Helmut
Kaeser expresó su preocupación por el crimen y pidió detalles a la AFA. Pero ya
antes, Joao Havelange, el mandamás de la FIFA, había dicho a los dos días del
golpe: “La Argentina está más apta que nunca para organizar el Mundial”.
Videla no se atrevió despedir a Menotti. |
La Junta no se atrevió a despedir a Menotti.
Si fuera por Videla o Massera, en abril lo habrían despellejado o electrocutado
en la ESMA cuando volvió con la selección de Europa. El Flaco tampoco iba a dejar
el cargo, aunque conocía de los detenidos y desaparecidos “pero no en la
magnitud que después se supo”, como diría después.
A solo dos años del Mundial, el agua y el
aceite se necesitaban. Los militares sabían que con las armas no se metían goles
y, convencidos por el nuevo presidente
de la AFA, Alfredo Cantilo, cerraron filas con el técnico comunista. Se dispuso
entonces que los medios de comunicación no critiquen a la selección y menos se
cuestione el trabajo del entrenador.
Durante ese sangriento 1976, la selección siguió
con más amistosos internacionales y la
AFA, para que pueda trabajar con todos los elementos necesarios, prohibió en
setiembre el traspaso al exterior de 66 jugadores elegidos por Menotti. Entre
ellos se encontraba un jovenzuelo de Argentinos Junior, Diego Armando Maradona.
III
El disparo de Rensenbrick a quemarropa, en el minuto
90:10 y que hubiera sepultado la esperanza argentina, chocó en el palo derecho
y la pelota quedó en el área chica. La sensación de desconcierto se convirtió
en pesadilla y el viento antártico que sopla sobre Buenos Aires en los
inviernos de junio congeló el Monumental. “Cuando Gallego la reventó, se
escuchó una explosión como si hubiéramos marcado… volvió la explosión de
alegría”, señalaría el “Matador” al comentar la reacción tras el susto.
“La pelota chocó en el palo, rebotó, rodó y gracias a
Dios no había ninguno de ellos para arremeter”, confesaría Luque. Tarantini recuerda
que pudo escuchar claramente que la
gente en las graderías repetía: “pegó en el palo, pegó en el palo”. Fiel a su
estilo, Pasarella diría “quedó marcado
para siempre ese tiro que pegó en el palo sobre el final”. Hasta el arquero
holandés Jan Jongbloed hablaría años después de esa pelotazo, pero para negar
que se haya manoseado el resultado a favor de los locales: “¿Qué crees?, ¿qué
el árbitro iba a parar el partido para decir que no había sido gol?”
EL
BOICOT DE LAS PALABRAS
1977 era el año decisivo para tener listo al
futuro campeón. Se empezó bien en febrero, con goleada de 5-1 a Hungría y debut
de Maradona en la albiceleste. Vendrían después triunfos de local ante Polonia,
Yugoslavia y Alemania Democrática. Bertoni en el ataque era la estrella ascendente.
Se propuso entonces medir al equipo contra
cuatro potencias europeas, en junio, una verdadera prueba de fuego en La
Bombonera, a un año exacto del Mundial.
Pero las atrocidades de la Junta eran
conocidas en Europa y el nuevo presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter exigía
respeto a los derechos humanos en el mundo.
En Argentina, se vivía una descontrolada
espiral represiva, la prensa callaba y el miedo reinaba en las madrugadas,
horas en que como ratas salían los grupos de tareas que podían cercar cuadras
enteras con el objetivo de “chupar” a uno, dos o más sospechosos. O para
perpetrar crimenes brutales, como ametrallar a tres sacerdotes y dos
seminaristas, tendidos en fila en medio de la iglesia San Patricio, en Buenos
Aires.
En enero, la joven sueca-argentina Dagmar
Hagelin fue herida de bala y secuestrada
por error en un barrio bonaerense, a plena luz del día. Estocolmo reclamó por ella,
sin recibir respuesta. Los escritores
Rodolfo Walsh y Germán Oesterheld cayeron en marzo. El primero fue emboscado,
acribillado y secuestrado aún con vida por marinos en Buenos Aires. El segundo
fue “chupado” dos días después, en La
Plata. Ya antes, sus cuatro hijas y sus esposos habían desaparecido.
Las madres de Plaza de Mayo, muchas pagaron con su vida exigir el retorno de sus seres queridos |
En diciembre, las monjas francesas, Alice
Domon y Leonie Duquet engrosaron la estadística del horror. Ellas ayudaban a
las Madres de la Plaza de Mayo, que desde abril reclamaban por sus hijos o
esposos detenidos. Como ese también era un “delito”, cuatro madres, las dos
monjas y siete activistas de derechos humanos fueron secuestrados en un doble
operativo de la Marina y torturados diez días en la ESMA. Aún con vida, cuando
Francia denunciaba el atropello, todo ese grupo, esposados unos a otros, fueron
arrojados como salchichas humanas desde un avión al mar, dos días antes de
Navidad.
La brutalidad genocida de la Junta no tenía
límites y las revelaciones sobre miles de torturados y asesinados en campos de
concentración, conmocionó a Europa, aún sensible a los recuerdos de la barbarie
nazi.
Estas
denuncias dieron alas a la creación, en Francia, de un Comité de Boicot al
Mundial, que llegó a tener 200 comités y un periódico, LEpique, con un tiraje
de cien mil ejemplares. “No se puede jugar un Mundial mientras a pocos metros
se tortura y mata gente”, denunció el periodista galo Francois Geze. En Italia
y Alemania respaldaron la iniciativa, asqueados de imaginar que se haría un
Mundial como en las Olimpiadas de 1936 con Hitler.
La tétrica Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), principal centro de torturas de la Junta Militar. |
A esas acusaciones que Videla y sus secuaces
llamaban “campaña anti-argentina”, se respondió con la construcción acelerado
de nuevos estadios en Mendoza, Mar de Pata y Córdoba, y la reconstrucción total
de los locales de Rosario Central, Vélez Sarsfield y el Monumental de River.
La presión de la izquierda europea por
quitarle la organización mundialista a Argentina tampoco alteró los planes de
Menotti y se realizó, en junio, la prueba de fuego que muchos temían por considerar
que el seleccionado no estaba preparado para medirse con los grandes del Viejo
Mundo.
La Bombonera tuvo llenos de bandera, pero el
primer partido, ante Alemania Federal, campeón vigente, fue negativo: se perdió
3-1. Luego vendrían empates ante Inglaterra (1-1), Escocia (1-1) y Francia
(0-0). Los resultados dieron margen a la crítica, pero Menotti la consideró
satisfactoria: ya tenía equipo.
A pesar de la intensa campaña, donde
participaban los emigrados argentinos, el boicot no pasó de las palabras:
ninguna federación europea la acató, pero quien si se pronunció fue el
presidente de la FIFA. En el libro La vergüenza de todos, el periodista Pablo
Llonto afirma que Havelange le dijo a Videla, en 1977, en pleno auge de la
campaña a favor del boicot: “General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá
en duda a Argentina como organizadora y tendrá todo nuestro respaldo”
En silencio y sin levantar olas, Johan
Cruyff si cumplió su palabra y renunció a integrar la selección de Holanda, favorita
a ganar esa Copa del Mundo que le fue esquiva en el 74. Surgieron muchas
versiones sobre esa decisión. En su momento, se dijo que un comando enviado por
la Junta lo había amenazado de muerte y algo de cierto había. Treinta años
después, Cruyff reveló que a fines de 1977 sujetos armados se metieron a su departamento,
en Barcelona, y lo encañonaron a él y su esposa delante de sus menores hijos. El
caso nunca se aclaró y Johan ratificó su retiro de la Naranja Mecánica que ya
tenía las maletas listas para viajar.
Maradona y su debut con la albiceleste. Fue excluido por Menotti en la lista final. |
Eran los primeros meses de 1978 y el proceso
de Menotti entraba a su fase decisiva. El 19 de mayo, el “Flaco”, tras quedarse
con solo 25 de las decenas de jugadores que manejó en 4 años, dio su lista
final de 22. En su libro “Yo soy el Diego”, Maradona llamaría a esa fecha: “la
más triste de mi carrera”, pues lloró como un niño cuando Menotti lo dejó
afuera. Sólo tenía 17 años.
IV
La sorpresiva renuncia del lateral Jorge “Lobo”
Carrascosa a la selección, a 40 días del Mundial, fue un misterio que perduró
años. Fue uno de los primeros convocados y el capitán en casi todos los
partidos de preparación. Era el llamado a ser el gran líder, pero de pronto se
bajó y solo dijo que era por cuestiones personales, de conciencia. Tenía 27
años y estaba en la plenitud de su juego en
la defensa. El mismo se encargo de repetir que no se fue en protesta por
los crímenes de la dictadura, pero en esos años hasta se dijo que era un
montonero infiltrado.
El equipo de
Menotti era compacto, con toques de calidad y un estado físico igual o superior
a los europeos. No habían estrellas rutilantes, pero sí cracks que el Flaco
escogió en cuatro años de trabajo. El único que jugaba en el exterior era Mario
Alberto Kempes, un toro blanco suelto en el campo. De impresionante físico y
melena al viento, el “Matador” arrancaba del mediocampo y era imposible
frenarlo en el área rival, a la que llegaba amontonando rivales. Luque y
Bertoni lo acompañaban con el mismo hambre de gol. En el medio, Ardiles era la
manija creativa y abajo, Passarella y Gallego imponían fuerza y respeto. El
“Pato” Fillol era la muralla final.
Todos ellos se integraron en el largo camino de
cuatro años. Solo el hábil y luchador Houseman quedaba del equipo que inició la
campaña en octubre de 1974.
UN
MUNDIAL EN ARMAS
El país que recibió a los 16 participantes
en la 14 Copa del Mundo estaba militarizado. “Al llegar al aeropuerto nos
esperaban las filas del ejército y había escolta policial. Era bastante
oprimente ver a los militares haciendo guardia con ametralladoras, pero en
nuestro campo de entrenamiento, en las afueras de Córdoba, todo estaba
tranquilo. Allí nadie notaba que hubiese una dictadura”, recordaría el arquero
alemán Sepp Maier en entrevista con DW-World.
La prensa controlada por la Junta arreció su
campaña contra los críticos del régimen. El Gráfico escribió que “la verdadera
Argentina, tan malintencionadamente distorsionada en algunos países, sea
reconocida y comprendida (…) para todo ese periodismo insidioso y malintencionado
que durante meses montó una campaña de mentiras acerca de la Argentina, este
certamen le está revelando al mundo la realidad de nuestro país…”
Poco antes del torneo, desde París,
Montoneros planteó una tregua a la Junta, sin recibir respuesta. La guerra
sucia continuó sin pausa. En enero se reportaron 56 desaparecidos y durante el
mismo Mundial, los grupos de tareas perpetraron 69 capturas. Documentos de la
inteligencia argentina, obtenidos por un agente chileno de la DINA y recogidos
por el norteamericano John Dinges en su libro Los años del cóndor, señalan que
para esa fecha los militares ya habían asesinado y desaparecido a 22 mil
personas.
Días antes de la inauguración del Mundial,
el 1 de junio, en Buenos Aires corrió el rumor que los extremistas atacarían el
Monumental. Pero para ese día tan esperado, hasta los propios familiares de los
desaparecidos, con la excepción de las Madres de la Plaza de Mayo, estaban con
la fiebre mundialista y la magia del balón embrujaba a todo el planeta.
De los 382 futbolistas que llegaron, solo
uno, el arquero sueco Ronnie Hellstrom, a la misma hora que se iniciaba el
torneo, a las 4 de la tarde, se acercó a saludar a esas mujeres que la Junta y
su prensa llamaban las “locas de la Plaza de Mayo” por dar vueltas frente a la
Casa Rosada, todos los jueves, desde el 30 de abril de 1977.
Un equipo de la prensa holandesa, afirma
Pedro Llonto, fue enviado a la Plaza de Mayo y transmitió en directo ese paseo
de protesta. Otros corresponsales de la prensa francesa, holandesa y sueca
harían lo mismo y el clamor por la suerte de los desaparecidos sería mundial.
Un periodista alemán también irritó a los
jerarcas argentinos al afirmar que la ceremonia inaugural, las más
impresionante de su tipo hasta entonces, tenía las reminiscencias de los Juegos
Olímpicos de 1936 y los mil 600 estudiantes argentinos que hicieron las
piruetas le recordaban a los jovenes de las SS hitlerianas. El periodista fue
declarado no grato y a otro reportero europeo, también muy crítico con la
Junta, se le tendió una celada con una bella señorita y, al día siguiente, las
autoridades lo embarcaron a su país.
Argentina 78 sería el último torneo
mundialista con 16 selecciones, establecido desde 1930 y se utilizó una pelota
acorde con los adelantos tecnológicos de la época, la Addidas Tango 78, vigente
en los cinco mundiales siguientes.
El fervor, la pasión y fe ciega en el
triunfo era el gran marco que la Argentina le daba a este Mundial, por encima
de los desaparecidos y miles de torturados sometidos en las cárceles
clandestinas. Nunca en la historia de los mundiales, la pelota corrió y la
belleza y encanto del fútbol se elevó por encima de charcos de sangre, alaridos
de dolor y cadáveres lanzados al mar desde aviones.
La campaña en pos del título, sin embargo,
fue dura, escabrosa, cuesta arriba. Cuando se esperaba un triunfo holgado en el
debut, a las graderías entusiasmadas del Monumental les cayó un baldazo de agua
fría con el primer gol de Hungría, a los 10 minutos del partido. Luque
empataría 5 minutos después y Bertoni anotaría el 2-1 definitivo.
La derrota ante Italia ensombreció el camino al título. |
Contra Francia no hubo el paseo esperado.
Otra vez Luque y Passarella darían el triunfo por 2-1. Argentina ganaba con
suspenso, sin convencer y, de pronto, como en el tango, la muerte le tocaría
las puertas con el accidente vehicular que acabó con la vida del hermano mayor
de Luque, muy cerca donde concentraba la selección. La derrota 1-0 ante Italia cerraría
esta etapa agridulce con el segundo puesto en el grupo.
Exterminado el ERP y ya debilitados por la
represión, en pleno torneo, los montoneros solo lanzaron un bazucazo contra la
ESMA e interrumpieron las transmisiones del Argentina-Francia (el 6 de junio) y
el Argentina-Polonia (el 14) para lanzar sus proclamas contra la dictadura y
denunciar el genocidio en Mar del Plata.
Brasil tampoco se perfilaba campeón. Con dos
magros empates (1-1 con Suecia, 0-0 con España) y una opaca victoria de 1-0
ante Austria clasificó segundo, igual que Argentina. El campeón vigente,
Alemania Federal, dio poco de lo que se esperaba de su tradición y empató con
Polonia sin brillo (0-0), despertó en su segundo cotejo y arrasó con México
(6-0), aunque volvió a decepcionar ante la novata Túnez (0-0).
Sensacional triunfo de Perú sobre Escocia 3-1. Luego vendrían las sombras del escándalo. |
El Grupo 4, donde estaba Holanda, resultó el
más animado y Perú, que jugaba su segundo Mundial, fue la atracción. Los
escoceses llegaron favoritos a la sede de Córdoba y, dos días antes del
partido, se amanecieron con tragos y chicas, celebrando el triunfo anticipado
ante los peruanos. A solo 14 minutos de iniciado el cotejo, el artillero Joe
Jordan anotó lo que consideraban su camino a la victoria. Por unos minutos más,
presionaron, tuvieron otras oportunidades de gol y hasta erraron un penal. La
borrachera les pasaba la factura. Perú igualó a los 43, volteó el tanteador a
los 72 y selló su triunfo a los 77. Y no fue casualidad porque luego le daría
una tunda de 4-1 a Irán e igualaría 0-0 con Holanda.
V
“Nosotros somos el pueblo, pertenecemos a las clases perjudicadas, somos las víctimas y representamos lo único legítimo en este país: el fútbol. No jugamos para las tribunas oficiales llenas de militares sino que jugamos para la gente. Nosotros no defendemos la dictadura sino la libertad”. Con esta arenga de Menotti, relatada por Carlos Valdano, Argentina entró a tocar las puertas de la historia.
El partido fue recio y trabado. A los 5 minutos ya se
habían cometido más de tres fuertes faltas por equipo en la cara del árbitro
italiano. Argentina ponía más empeño, pero Holanda crea, penetra y pudo haber metido el primer gol con un
zurdazo de Kroll que Fillol atajó en una estirada que fue la mejor del Mundial.
Luque y Passarella fallan con el arco casi vacio,
pero a los 37 minutos, Ardiles la toca a Luque por la izquierda y este la
centra rasante a Kempes que penetra en atropellada, elude a un defensa y casi
cayéndose, cuando Jonbloed sale a cortarlo, se la toca a la derecha y la pelota
entra suavemente mientras el país estalla de júbilo.
El segundo tiempo se vuelve más violento. Holanda
toma la iniciativa, domina e hilvana mejor sus ataques. El réferi Gonella es impotente
para frenar el juego sucio de ambos lados. Argentina se defiende, contraataca
en desorden, pero cede terreno y el coloso de Núñez baja los ojos a los 82, con
el cabezazo de Nanninga que derrota a Fillol. El pitazo final llega salvador,
pocos segundos después del susto por el pelotazo de Rensenbrick. Los equipos
irán al suplementario para definir el titulo.
LA ETERNA SOSPECHA
El Mundial fue seguido hasta por los miles
de detenidos en las cárceles clandestinas, quienes escuchaban desde sus celdas,
a lo lejos, las radios de sus represores. En la Unidad 9 de La Plata, se colocó
un altavoz que se prendía cuando jugaba la selección y en la ESMA, los
detenidos se enteraban de las incidencias por los gritos de alegría de sus
carceleros. Entonces un extraño espíritu de hermandad unía a víctimas y
victimarios.
En el año de los tres Papas y la revolución
sandinista, la televisión a color todavía era un lujo en América Latina. La
Junta invirtió decenas de millones de dólares para la construcción del
imponente Centro de producción de TV a colores que permitió la transmisión de
todos los partidos, aunque en Argentina solo la final se vio a color.
Ocho fueron los clasificados, divididos en
dos grupos. En el Grupo A, Holanda chocaría con Italia, Alemania Federal y
Austria. Argentina jugaría con Polonia, Brasil y Perú, en ese orden, por el
Grupo B. Los dos primeros disputarían la
final.
El “Matador” Kempes, que estuvo con la mecha
mojada en la primera etapa, despertó ante Polonia y anotó los dos goles del
triunfo, el primero de cabeza. 38 mil espectadores aplaudieron el triunfo en el
estadio de Rosario. El equipo sorpresa de la primera etapa, Perú, empezaría a
derrumbarse y Brasil lo arrolló con facilidad 3-0 en Mendoza, y pudo ser más.
Cuatro días después, llegó una final
adelantada entre Argentina y Brasil, partido difícil y complicado que acabó sin
goles. Polonia terminó de hundir a Perú, lo derrotó 1-0 y le puso suspenso al
grupo porque también podía tentar el pase a la final si ganaba a Brasil, que
tenía mejor diferencia de gol que Argentina.
Ocurrieron entonces extrañas maniobras. La
FIFA, ante la oposición brasileña, dispuso que el Brasil-Polonia se juegue dos
horas antes que el Argentina-Perú, lo que permitía a los locales saber la
cantidad de goles que necesitaban para ser finalistas.
El humillante 6-0 a Perú aún desata polémica. |
Brasil aplastó a Polonia 3-1 y Argentina
necesitaba ganar por 4 goles. Ríos de tinta y al menos una decena de libros se
han escrito sobre ese polémico triunfo de 6-0 que Argentina logró sobre Perú.
El inglés David Yallop en su “¿Cómo se
robaron la Copa?” precisa que Perú se vendió por 50 mil dólares y 4 mil toneladas
de trigo, que llegaron en dos barcos al Callao, una semana después del triunfo
gaucho. Advierte, sin embargo, que el dinero no le llegó a todos los jugadores
y el acuerdo fue de gobierno a gobierno, entre Videla y Morales Bermúdez.
Ricardo Gotta, en su libro “Fuimos
campeones: la dictadura, el Mundial 78 y el misterio del 6-0 a Perú” cuestiona
la legitimidad del triunfo argentino por la intromisión de la dictadura,
precisa que Menotti sabia del soborno y califica de intimidatoria la visita que
Videla, acompañado de Henry Kissinger, hizo a los camerinos de la selección
peruana antes del partido. Rescata que, al anotar Luque el cuarto gol que los
clasificaba a la final, explotó una bomba en la casa del secretario de
Hacienda, Julio Alemann, uno de los críticos de Lacoste por el excesivo costo
del Mundial, del cual nunca hubo un balance detallado de gastos.
El colombiano Fernando Rodríguez Mondragón,
hijo y sobrino de Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, desaparecidos capos del
cartel de Cali, en su libro “El hijo del ajedrecista II” añade más carbón al
6-0 y afirma que su padre Miguel fue intermediario entre la AFA y la FPF (Federación
Peruana de Fútbol), dos días antes del partido, donde se concretó un soborno de
50 mil dólares para cuatro jugadores y la donación de trigo.
Hay documentales, entre los que destacan
“Mundial 78, la historia paralela”, con testimonios de sobrevivientes de la
ESMA y “Mundial 78 ¿verdad o mentira?”, donde algunos jugadores revelan que
jugaron dopados y sabían de las atrocidades de los militares, además de
enumerar una decena de interrogantes sobre la polémica goleada.
Sin embargo, en tres décadas nunca se pudo
probar el soborno y Llonto es rotundo en afirmar en su libro que nunca lo hubo.
En Lima, esa denuncia también fue un fantasma que aún se agita y a lo ya dicho
se podría agregar un dato recogido por el periodista Manuel Paz de un utilero
de la selección: días antes del partido, el “Panadero” Díaz, uno de los duros
de la defensa peruana, se quebró y lloró porque extrañaba a su familia.
Con los años, Menotti y sus jugadores
defendieron el título, al margen de la dictadura sanguinaria que logró beneficiarse
políticamente del Mundial. Algunos como Fillol y Ardiles lamentaron haber sido
utilizados, pero Luque sería el más claro en responder a los críticos,
paradójicamente la mayoría argentinos: “El Mundial lo ganaron Menotti y los
jugadores, no los militares. Yo tiraba paredes con Kempes y Bertoni, no con la
Junta”.
Pero al margen de la polémica que creció con
los años, la goleada a Perú y el pase a la final fue celebrado con júbilo y se relajó
la mano de hierro: algunos presos fueron liberados –Adolfo Pérez Esquivel,
Nobel de la Paz 1981 entre ellos- y otros salieron con permiso a sus casas. Hebe
de Bonafani, presidente de las Madres recordaría esos días: “Mientras yo
lloraba por mi hijo desaparecido, mi esposo gritaba los goles viendo la
televisión”.
La gran final fue disputada el 15 de julio de 1978. |
VI
“Vamos que ellos están muertos, hay que salir de
atrás, apretar la marca arriba, tengamos la pelota haciendo el off side. Los
vamos a pisar, no pueden levantar las piernas…”. Menotti calló a los jugadores
que discutían por el empate y señaló con el índice a los holandeses, tirados en
el césped, tomando agua o recibiendo masajes en las piernas.
Impulsados por el aliento de 72 mil
gargantas, Argentina salió con nuevos bríos y empuje a jugar, derribando el
mito de la superioridad física de los europeos, uno de los objetivos
acariciados por Menotti. Volvieron a tocarla con picardía y dominan el campo,
mientras Holanda se defiende y responde con rápidos contraataques.
A poco de terminar el primer suplementario,
Kempes penetra como un aluvión entre dos holandeses y lanza un pelotazo que
rebota en Jonbloed y queda dando tumbos en el área chica. En rápida reacción,
cuando otros dos defensores se acercaban a rechazar, el “Matador” empuja la pelota
con la planta de los chimpunes, desatándose en el Monumental una impresionante
lluvia de papel picado para celebrar el 2-1. Cinco minutos después el “Matador”
y Bertoni arman dos paredes y penetran hasta el centro del área naranja. Los
holandeses reclaman mano, pero de media vuelta Bertoni clava un derechazo y
sella el tan esperado triunfo argentino.
El primer título mundial desató una euforia
sin precedentes, el Obelisco de Buenos Aires vibró de tanta alegría y hasta en
la ESMA hubo gritos y abrazos mientras Videla entregaba la Copa del Mundo a
Pasarella. El triunfo aplacó los enconos y unió a los argentinos, aunque sea
por unas semanas, porque solo Dios y el fútbol tienen el poder de hermanar a
los hombres en una sola fe y esperanza, por encima de los odios y la muerte.
El abrazo del alma. Una de las fotos más conmovedoras del triunfo argentino. |
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